viernes, 30 de abril de 2010

Cada cien años...


Subió lentamente, con la cadencia de quien ya vivió todo sabiendo que el minutero de su reloj se quedará quieto para siempre.

Me saludó con exquisita educación y me pidió que recorriéramos Montevideo sin prisas, disfrutando del hermoso sol del mediodia; quiero pasear por mis recuerdos, por las típicas calles arboladas que tiene esta ciudad, por la Ciudad Vieja, en lo posible evite la modernidad, me dijo; su voz se rompía por la emoción y la melancolía inundaba sus pupilas.


Tx: Mucho tiempo fuera del país?

Ps: No, resido aquí pero salgo poco; ahora tome por la Rambla, quiero sentir la brisa en mi piel gastada.


Una vez en la Av. Rivera y media cuadra antes de Propios me pidió que doblara a la derecha, justo en la entrada del Cementerio del Buceo.


Tx: Se queda aquí?

Ps: No, siga que yo le indico...por aquí está bien, tenga este billete y quédese con el vuelto, ha sido un placer, lo llamaría para mi próxima salida pero dudo mucho que en el año 2110 usted siga manejando un taxi.


Se bajó con una llave en la mano, abrió la puerta de un panteón marmolado y se perdió en la oscuridad de los escalones.

El silencio es absoluto, el olor del azufre inunda mi taxi y a pesar del sol radiante mi volante está frío, muy frío...